Las hienas se carcajean de la existencia, sin comprenderla;
sin comprender por qué, atacan por atacar;
atacan, y la gacela no sabe defenderse porque es tonta.
Porque es tonta y la van a matar.
Las hienas son muchas, y la gacela sólo se tiene a sí misma
y a su relativa e hipotética gracilidad mental.
Las hienas no saben ni dónde tienen la cola;
nunca se han mirado al espejo moral.
Son estúpidas como ellas solas;
van en grupo como cobardes;
se creen las reinas del Sáhara cerebral.
Son la hipocresía encarnada,
la burla enferma de una sociedad vomitiva.
Y, sin embargo, las muy hienas van a ganar.
Ojalá os atragantéis con mis huesos.
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