sábado, 30 de agosto de 2014

El último canto

Alas rotas, destrozadas,
herrumbrosas, descompuestas,
de pésima apariencia,
la pobredumbre las carcome desde el alma.
Espinas de hierro se clavan,
agudas en ellas, impidiéndoles volar.
Lágrimas oxidan los despojos de las cadenas,
y se llevan, poco a poco,
los restos de sangre seca.
Las cadenas de espinas caen, vencidas,
con la gracia de la seda.
Y en ese leve hálito de libertad,
asciende sobre el suelo
en un torpe aleteo.
El aire responde a sus latidos,
batiendo el cielo, y el mar se estremece.
En su último canto, el cisne
vuela lamentándose hacia el horizonte
dejando una estela de música, belleza y tragedia,
plumas y sangre; como recuerdo de su paso.
Y las aguas, al final del camino,
le reciben tiernamente,
acogiéndole en su seno.

-Ana.

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