sábado, 17 de septiembre de 2016

Fragmento

Cuando tenemos con quien hablar, dejamos de hablar con nosotros mismos. El paisaje ante mis ojos es de belleza agridulce. El mar calmo acaricia las orillas susurrando un vaivén de átomos revoltosos. La luna renace roja por los vestigios del atardecer, henchida como una mujer embarazada. Ha roto aguas de sangre y oro en el mar que la refleja. Es como la Venus de Velázquez, sinuosa y pálida, murmura una música de silencios. El cielo rosado la sostiene como una marioneta, las nubes a su alrededor se rizan como vestigios del humo de miles de cigarros. Y el ciclo sigue, la luna asciende, el sol se oculta, la noche avanza. Pasarán los días y la luna empequeñecerá hasta desaparecer... Casi. Y ya podría irse la gente a tomar por culo y dejarme sola, amándome a mi misma.

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