Paradójicamente, ante lo desgarrado
no consigo palabras desgarradas.
Se escapan, como hojas secas flotando río abajo,
conducidas por la corriente, prestas a huir.
Yo sólo sé del gris y del témpano,
del agua salada de una ría.
Sólo sé del llanto ahogado de una ninfa,
del destrozo de mis utopías.
No sé qué hice para merecer esto,
y no sé si quedarme a tolerarlo.
Tolerar el triste hecho de que seas
como la lluvia en el mes de agosto,
como una mirada al vacío de mi existencia,
como un fantasma en mis tinieblas,
o un fuego fatuo perdido
en las memorias del presente.
Y por más que grito, no reaccionas;
eres una aparición neblinosa
que no quiere escuchar ni ver.
Sólo tu visión y tu memoria me atormentan;
no puedo hacerte salir de mi cabeza.
Y paso las horas muertas,
los ojos tristes y hundidos;
pensando en el hechizo que
te enviaría a donde estabas.
Miro sombríamente hacia
la luz cambiante de días pasados.
Y paso las noches en vela,
los ojos húmedos y alicaídos;
pensando en el hechizo que
mezclaría y corrompería
las memorias que forjé contigo.
Vacío.
Me duele ser consciente de que,
aunque lo había olvidado,
sigo siendo éter lloroso y corrompido.
-Ana.
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