jueves, 2 de julio de 2015

Locura

Estoy en una nube gris. Siento un vacío intrauterino muy extraño, equiparable a mi constante éter mental, situado en el hemisferio izquierdo de mi cerebro, acrecentado desde que regurgitara dos kilogramos de neuronas con motivo de las fiestas paganas del Solsticio de verano.
Me siento vacía. ¿Qué hago con mi vida? Nada de lo que hago tiene sentido; despertarme, ¿para qué? Para hacer la cama, encender mi ventana al mundo, asomarme a ella y observar a través de los visillos cual maruja de ojopatio. Limpiar, ¿para qué? para que todo vuelva a ensuciarse, aunque todo está constantemente sucio. Salir a distraerme, ¿para qué? para volver a entrar y amargarme. Acostarme, ¿para qué? para destinar esa energía al eterno retorno nietzscheano que es mi vida.

Tengo el spleen inyectado en las venas. Gangrena mi corazón y me llena de ceniza las neuronas hasta el punto de que soy un ente inmóvil, atónito y consternado entre el bullicio. Un alma que se ha dado cuenta de su irresoluble estado, condenada a morir viviendo, vivir muriendo, en medio de una turba de fantasmas raquíticos que no quieren ir hacia ninguna luz para desintegrarse en moléculas que puedan dar vida a algo menos muerto que ellos.
Son muertos en vida con telarañas, hiladas siglo a siglo entre sus neuronas, cuya cuestionable cordura está sometida al estado de los débiles hilos que las sostienen, mohosas, herrumbrosas, anticuadas... Anticuadas como un reloj de bolsillo que cuelga, en su plateada tapa grabado un "Memento mori", cantando alegremente los pasos paulatinos que la Muerte va dando, sosteniendo unas oxidadas tijeras que se aproximan a cortar el hilo madre que sujeta sus moribundas vidas. En la tapa trasera, difícilmente visible para los ojos que lo buscan, se encuentra grabado un "Carpe diem"  que yace desaprovechado entre botellones, incultura y orgías báquicas.
La Parca siega los trigos balanceados por el viento, las Moiras cortan todos los hilos que encuentran; liberan aminoácidos. Quizá el ser que renazca de ellos esté más vivo, menos muerto. Yo sólo observo mientras mueren, mientras muero; y yo misma cerceno mis hilos, condenándome a verlo todo y abalanzándome con dolor y decisión al abismo más negro.

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