lunes, 8 de septiembre de 2014

Nidhogg

  Puedo escuchar el ulular de un búho en las cercanías
y ver sus ojos en llamas entre la floresta.
Levanta el vuelo, sagaz y silencioso;
planeando en torno al torso de la luna,
acariciando su cintura con las plumas.

  En la lejanía diviso, a la luz de la luna,
las montañas blancas.
Su aliento helado llega hasta a mí;
aun cobijada entre las raíces nudosas
de Yggdrasil.

  A mi lado fluye la lenta corriente
que nace del pensamiento,
que busca la razón de lo mundano,
que puede perder la poca razón
que haya encontrado.
Ansío beber de ella,
aunque me congele los adentros
y olvide lo poco bueno
que la humanidad me ha enseñado.

  El gigante Mímir ruge amenazante y despiadado
cada vez que a la sabiduría acerco mi mano.
Suspiro y volutas de humo aparecen
en los hielos eternos de mi cabeza.
Toso y escupo carbones ardientes
que derriten levemente el frío a su paso.

  Yo soy el dragón Nidhogg y me congelo;
en un arranque de insensatez y codicia,
he helado mi fuego.

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