viernes, 13 de marzo de 2015

Oda al maquillaje barato

No hay nada más horrible en esta vida que una máscara de pestañas barata y mal puesta.
Notas como, durante la perseverante aplicación, tus pestañas se llenan de negros grumos pastosos;
y debido al empecinamiento en la obra de arte de tus pestañas, optas por apretar más el cepillo y empujar hacia arriba ya que las jodidas no se curvan como Dior y MACria mandan.
En trágica consecuencia aparece el Apocalipsis del año 1000 en tu párpado superior; intentas
inocentemente limpiarlo con baba -pues es el mejor limpiador, por encima incluso del agua micelar
 de Lancôme-. Tamaña sorpresa al observar que el resultado es incluso peor.
Para más ende, tus pestañas, aún por secar debido a la escueta calidad de tu adorada máscara,
se hallan adormiladas y atrincheradas a los laterales, deformes y rígidas como cerdas tras pasar el dedazo por el párpado superior.
La solución es, en esta ocasión, invocar al dios del Trueno y limpiar la catástrofe ocular
que ha mantenido al mundo en vilo desde tu lugar en el cuarto de baño cutre
con la marca de humedad en el techo
con las juntas de la ducha renegrías.
La única explicación posible a esta desdicha
es que esa máscara de pestañas era regalada por promoción.

Lo más fantástico de todo es que a las tres horas de haberte muerto en clase
te da por palparte la cara, a ver cómo va el Desastre nacional de tu nariz.
La exasperación es palpable al notar otra vez ese fresón lleno de sebo;
porque ni toda la hidratante matificante, ni toda la base mate 24h, ni todos los polvos de fijación,
sostienen con valentía, arrojo ni valor los puñeteros brillos narigudos, maldición.

Oh, maquillaje barato, qué bien te vendes a las niñas tontas
que prefieren cuarenta potingues inservibles a uno caro pero útil.

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