lunes, 8 de febrero de 2016

Frío

De entre esos labios rojos se escapa un humo hecho de frío y tabaco.
La marca de carmín en el cigarro se tuerce como su boca disgustada
cuando aplasta la colilla contra la madera del escritorio, importándole poco o nada.
La sombra bajo sus ojos tiene más caras que ella misma;
una de cansancio, otra de aburrimiento;
otra de maquillaje corrido;
otra cara de desencanto, 
y otra de que le importa una mierda 
el cánon de perfección estética establecido.
En sus pestañas cuelgan gotas negras,
y sus ojos arden con la clase de ira 
que evapora las lágrimas huecas.
Mirar sus ojos es apenas vislumbrar
la entrada de un callejón profundo, oscuro y sin salida. 
Mirar sus ojos es ahondar en su iris de laurisilva
y darte cuenta de que las apariencias engañan.
De que a solas es cuando esa mujer es ella misma;
un lago helado y profundo donde la vida intenta subsistir.
Una lucha constante contra sí misma.
Un odio al mundo, al que culpa de impedirle vivir. 
Un odio a sí misma, porque sabe que es ella la que no se deja ser feliz.
Le divierte especialmente quemar cosas
porque el fuego es algo indómito
y ella quiere ser así. 
Se lleva la copa de scotch a los labios para darle el último trago.
Retira sus piernas del escritorio y se levanta. 
Mira con tristeza a través de la ventana, y siente frío. 

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