viernes, 24 de abril de 2015

Instrucciones para muertos en vida I

Universo iluminado humano caído gato cósmico cacao mental cenutrio melón. Vómito mental a base de convulsiones. Misterio. Lejano. Luna. Ceniza. ¡Blanco! Ondas etéreas danzando en la noche, ondean de gasa, golpean de hierro. Ojos negros. Abismo hondo. ¿Eterno? No... algún día los comerán las cataratas. Hermosas como cortinas de hilos rojos entretejidos. Ocultan la mirada. Y ocultan el mundo a esa mirada. Y la dejan en una penetrante oscuridad silenciosa. Y los cabellos blancos, ¡blanco no!, ondean al aire, frágiles, ondean de gasa envejecida, estropeada. Y siguen golpeando de hierro, aunque oxidado. Y sigue viviendo, aunque más muerta. Porque la muerte es un proceso paulatino dado en el ser humano desde que aprende a ver las luces y sombras de la vida.
Cuando mi vida ondee de gasa, envejecida o no,
no me encerréis en una caja
ni ahoguéis mis gritos almáticos
con golpes de martillo.
No dejéis que muera en otra caja,
que ya vivo -muero- atrapada en una mayor.
No me dejéis en esa jaula
rodeada de vida sin poder participar en ella,
porque de eso ya tuve bastante en vida -muriendo-.
Dejad mi cuerpo en una ribera
o en una ciénaga
o en un volcán
o en un huracán
o en una playa olvidada.
Dejad que me funda en esta existencia ilógica y salvaje.
Cavad un foso, dejadme en posición fetal
con una semilla de sauce llorón en las manos,
y cubridme de tierra, orgánica, vital.
Y cuando pasen los años,
no vengáis a verme el día de Todos los Santos,
porque santa no soy.
Venid el día del Libro
a beber cerveza y buena literatura bajo la sombra del árbol llorón
que yo y otros aminoácidos alimentamos.

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